domingo, 7 de junio de 2009

ES LA MÚSICA DE LA VIDA,

AQUELLA QUE NOS ENCANTA,

COMO SI DE SERPIENTES SE TRATARA.

ES CADA UNA DE LA NOTAS QUE COMPONEN LA MELODÍA,

LO QUE NOS MANTIENE VIVOS, SIN MÁS.



Es, jústamente ahí, donde hay que buscar y saber encontrar el sonido más armónico, acorde a cada momento.

Porque momentos hay infinitos, pero cada uno de éstos es irrepetible, por muy semejantes que sean.

Al igual que las notas musicales, clasificamos los momentos y hasta los dotamos de nombres. Nombres sacados de nuestro impulso clasificatorio por mantener un supuesto orden.


¿ PERO QUE ORDEN ?
El orden ya está creado y plasmado en el fluir del universo.
Somos precisamente nosotros los que nos ocupamos de crear el caos, con nuestra ansia controladora.
Somos nosotros mismos los que nos negamos a admirar los momentos sin más, y nos obcecamos a clasificarlo todo, como si de notas musicales se tratara.
La nota de DO, tocada con cualquier instrumento, ¿es absolutamente siempre el mismo DO?
Se ha adjudiado el monosílabo DO, provinente del latín UT, a una frecuencia de onda determinada, que produce un determinado estímulo en nuestro córetx cerebral, que desencadena una precisa reacción química, mediante la cual, y en función de, entre otros, nuestro estado de ánimo, producirá una sensación final.
¿Se puede asegurar que cada uno de los DO tocados con una guitarra, se ha originado con la misma fuerza vibratoria?
¿Dicha onda, se ha propagado a la misma velocidad, por un aire que varía en humedad y presión atmosférica, cuanto menos, a cada instante?
¿Nuestro proceso cerebral de interpretación ha sido idéntico en cada uno de los DO tocados?
Si alguien me demuestra la exactitud de estos parámetros, en tan solo dos DO tocados en momentos diferentes, toda ésta divagación habrá termido de forma tajante.
Habrá sido demostrada a modo de ecuación matemática.
Si así fuere o fuese, habremos caido en mi crítica percepción, respecto a la impugnable tendencia clasificatoría del ser humano, que nos condena, pienso yo, a la monotonía y aburrimineto.
Pero, de no ser así, seguiré pensando ( CUANDO MI EGO ME LO PERMITA ) que cada momento es único, al igual que cada una de las notas que componen nuestra melodía preferida.
Aplicando ésta manera de pensar, intento aprender a apreciar aquel DO, como si fuera único e irrepetible. Disfrutando de su deliciosa harmonía, sin querer pasar rápidamente a la siguiente nota de la melodía sin saborear todo su jugo, pasando agónicamente de nota en nota sin ni siquiera oirlas, al igual que pasa con los momentos...
SALUD